Un buen dojo no es un lugar cómodo

La práctica del sábado fue muy buena, pero no fue todo lo que había planeado. Comenzamos de acuerdo al plan, trabajando en Jodo Kihon. Hacía la mitad del entrenamiento, viramos en un terreno peligroso. Comenzamos a mirar a algunos de los principios básicos. Uno de los nuevos estudiantes en el dojo tiene antecedentes en aikido y kempo, y realizó buenas preguntas relacionadas al ma’ai; su intención y su origen. La respuesta claramente no era como la esperaba, y casi se podía ver el vapor salir de sus oídos mientras procesaba las nuevas ideas. Él se encontró revisando en sí mismo las cosas que pensó que entendía.

Un buen dojo es un lugar peligroso para nociones preconcebidas e ideas celebradas. Puede ser francamente brutal en los conceptos y contextos que no se construyen sobre bases sólidas. Un buen dojo puede hacerte cuestionar que y quien eres. Un buen dojo no es un lugar donde solo aprendes técnicas para combatir. Un buen dojo hará ver dentro de ti y te ayudara a deshacerte del autoengaño y comprensiones simples y sencillas. 


Hay un montón de maneras en que el dojo debería resultar incómodo que son menos sólidas físicamente que un palo al intestino, pero no por esto menos reales. Todos tenemos áreas en las que no somos perfectos, y entrenar en un buen dojo traerá estas imperfecciones a nuestra atención. Budo es todo acerca de tratar con el conflicto. Lo que nadie nos dice cuando comenzamos es que algunos de los conflictos más difíciles son con nosotros mismos. 


Cada uno comienza Budo con una variedad de metas; aprender a pelear, dejar de ser intimidados por personas agresivas, aprender acerca de los samuráis, ganar sentido de poder personal, aprender defensa personal, entre otras. Estas son algunas de las razones que he oído de personas que se inician en las artes marciales. Todas son buenas motivaciones para comenzar el viaje, es solo que el viaje implica tratar con muchas partes de nosotros mismos que nunca tuvimos la intención de tratar, y nos lleva a lugares en nuestra mente que nunca pensamos que iríamos.


Muchas personas que comienzan Budo no se sienten cómodos con golpear a la gente o hacer cualquier cosa que crean que pueda lastimar a la gente o hacerlos ver agresivos. Este es un problema para las personas que quieren aprender defensa personal. Es un problema que suele ser evidente para las personas antes de pasar la puerta del dojo, por lo que es evidente que se encuentran dispuestos a enfrentarlo. Entrenar día a día trae consigo enfrentarse cara a cara con este problema. Más importante aún, se les pone en contacto con personas con mayor experiencia o maestros que les dice ‘golpéame’, ‘lánzame’ o algún otro tipo de ataque, pero todos crecimos sabiendo que las buenas personas no golpean a otras personas.


Cuando un principiante en un dojo dice ‘No quiero lastimarlo’ ellos están admitiendo cosas severas. Primero, ellos piensan que pueden herir personas. Segundo, que ellos no confían en ellos mismos y en su auto control para no herir a alguien, y tercero, no creen que sus maestros puedan manejar su ataque. Estos tres puntos hacen que la mayoría de las personas se sientan incómodas.


La sociedad no aprueba herir personas, y comenzamos a internalizar esto a medida que crecemos. Venir al dojo es inconfortable desde el primer paso porque el estudio del budo implica aprender a herir personas, y todos en la cultura pública dicen que esto es ‘malo’. Entonces el primer malestar mental que tenemos que superar es la idea que el conocimiento de cómo luchar no es algo que la gente ‘buena’ conoce. Me doy cuenta que estoy predicando al coro aquí, porque sospecho que todos los que lean esto ya entrenan artes marciales. Pensando en esto, sin embargo, fuera del dojo, la gente le teme y es intimidada por habilidades de pelea, incluso si las personas en la oficina no te ven haciendo nada más agresivo que destruir documentos antiguos. Esto es lo primero que la gente debe acostumbrarse.


En judo y aikido, el siguiente miedo a superar una vez que pasaron la puerta es a caer. Pasamos la mitad de nuestras horas practicando la técnica de nuestros compañeros, y la otra mitad la nuestra, lo que significa una gran cantidad de caídas. Caer es algo que aprendemos a evitar desde niños, porque eso hiere y es vergonzoso. Puede tomar un tiempo sentirse cómodo cayendo. Es en contra de lo que la gente está acostumbrada, pero me encanta tomar caídas para las personas. Con esto se siente su técnica, como se mueven y te proyectan, y como se hacen cargo o no de su compañero. Francamente, pienso que es realmente genial que alguien pueda arrojarme al suelo tanta fuerza que pueda quebrarme los huesos, y poder rebotar y decir ‘¡Eso fue genial! ¡Hazlo de nuevo! ‘Una vez que vences tus miedos a lastimarte a ti mismo, caer es divertido. 


Una molestia grande para muchas personas es que temen realmente herir a alguien. Ellos no confían en su propia capacidad para no herir a su compañero, y muchas personas no se sienten cómodas teniendo poder físico. Podemos dejar pasar el hecho que los principiantes en el dojo no tienen habilidades que les haría una amenaza para los estudiantes más antiguos. Los nuevos estudiantes tienen que superar la sensación de que tener el conocimiento de cómo hacer daño a la gente y ser hábil en esto es algo malo.


A esto se añade la persistente voz en la parte posterior de algunas personas que les dice que no pueden confiar en sí mismos con estos conocimientos y habilidades: ¿Qué pasa si me enfado y hago algo de lo que me arrepienta? ¿Qué pasa si no soy suficientemente bueno en el control de mi técnica y hiero a alguien sin intención? ¿Qué pasa si me gusta ser poderoso y comienzo a ser un abusador? La gente tiene todo tipo de preocupaciones, algunas de las cuales parecen bastante tontas. Hasta que has estado lo suficiente en el dojo y vez haciendolo. A continuación estas preocupaciones no parecen tan tontas.


No confiar en que el profesor sea capaz de manejar lo que el estudiante hace es mucho más fácil de pasar que el obstáculo de no confiar en ti mismo. Después de unas cuantas rondas del profesor diciendo ‘golpéame’ el estudiante finalmente decide ‘bien, si realmente quiere que le haga daño, lo haré’. El estudiante intenta golpear al profesor y descubre que el profesor no está donde el ataque iba. Peor o mejor, el profesor ha contraatacado de alguna manera que sería muy desagradable si el maestro no tuviera un buen control. No hacen falta muchas repeticiones de este tipo antes que el estudiante comience a confiar en su profesor y que este es capaz de mantenerse a salvo.


Aprender a confiar en ti mismo es mucho más difícil. No tenemos mucha experiencia con conflictos físicos y violencia en la sociedad occidental (Japón es mucho más pacífico). La mayoría de los nuevos estudiantes nunca han sido siquiera empujados en un partido de futbol, mucho menos en una pelea. Antes de comenzar a entrenar, son conscientes que pueden herir a otros, pero ellos no tienen ninguna técnica, por lo que tienen poca idea de lo que sucedería si hacen algo. Principiantes, de manera razonable, no confían en sí mismos. Ellos no tienen ninguna habilidad ni técnica y no tienen mucho control de su propio cuerpo, por lo que no confían en ser capaces de atacar a alguien, o ser capaces de aplicar una técnica sin lastimar o herir a su compañero de entrenamiento.


Toma un tiempo en comenzar a confiar en ti mismo y comprender de que eres realmente capaz. El viaje de confiar en ti mismo es complicado. El primer paso es solo aprender a confiar en tu técnica básica, en aprender a caer de manera segura o atacar a tu compañero con precisión y control. Una vez que los estudiantes comienzan a tener confianza en sus habilidades físicas, ellos corren dentro de otras preguntas incomodas. ¿Tengo realmente auto control para esto? ¿Puedo perder mi temperamento y herir a alguien? Pocas veces me he encontrado con estudiantes que tengan autocontrol y disciplina para seguir con el entrenamiento, pero carecían de autocontrol para usar lo que están haciendo con una buena razón. Que los estudiantes se preocupen por esto es buena señal para mí, pero sí requiere el tipo de auto-reflexión y consideración que nunca es fácil y casi siempre es incómodo.


Es duro tener en cuenta que puede que no seamos seres humanos perfectamente maravillosos. Eso hace que la auto reflexión sea una de las cosas más incomodas en el entrenamiento. Como estudiantes adquiriendo habilidades, no es infrecuente que algunos se pregunten qué tipo de personas saben estas cosas. Me parece especialmente cierto para las mujeres ‘ Golpear a la gente no es propio de una dama’ ‘Las señoritas están por encima de este tipo de cosas’. A esto se añade estereotipos sociales que las chichas no pueden pelear (el golpea como una niña), y los obstáculos emocionales y mentales que pueden llegar alto rápido. Tengo que agradecer a Ronda Rousey por demostrar al mundo que sí, las mujeres pueden pelear. Cada mujer que llega al dojo tiene que hacer ese viaje mental por ella misma.


Cada uno tiene que decidir qué tipo de persona es quien sabe cómo luchar. Esto generalmente no es un problema para los hombres, pero mucho de lo que se enseña en un dojo de artes marciales no es para pelear. Es el arte cuidado, casi científico de como destruir a otra persona. ¿Qué clase de persona sabría estas cosas? ¿Un monstruo? Hasta que los estudiantes se sientan cómodos con saber cómo dislocar las articulaciones y extremidades, con como estrangular y dejar inconsciente a alguien o como lanzarlo a través de una habitación con tanta fuerza que reboten, ellos se sentirán incomodos.


Los estudiantes tienen que mirar dentro de sí mismos y averiguar quiénes son, que tipo de personas son y decidir si está bien para ellos saber hacer estas cosas violentas. Tienen que decidir que está bien para ellos tener este poder. Es fácil decir ‘Eso no es ningún desafío’ cuando se está de pie en la parte exterior. Todos tenemos facetas de nosotros mismos de las cuales no nos sentimos orgullosos, y quizás incluso de las cuales estamos avergonzados. Estas partes de nosotros mismos toman este conocimiento y este poder también. 


Estos son solo los problemas que cada uno tiene que superar en las artes marciales. Diferentes obstáculos serán más altos o más bajos para diferentes personas. Después están los problemas particulares que las personas llevan con ellos. Si alguien ha sufrido algún abuso o trauma, simplemente agarrar la mano de un compañero para practicar un bloqueo podría ser difícil. Permitir al compañero lanzarnos podría requerir un salto de confianza, fe y valor mayor que nunca han podido tomar.


Estar en el dojo no es cómodo, pero eso es bueno. Un buen dojo da a sus estudiantes un lugar donde trabajar en todos estos temas. Un buen maestro da a sus estudiantes el soporte para trabajar a través de ellos. He conocido personas que pensaban que tenían que ‘empujar los botones de la gente’ para ayudarles a crecer. Me parece que solo estar en el dojo y la formación activa suele ser más que suficiente. Lo que hacemos en el dojo es jugar con la violencia, la agresión y la fuerza. Cosas que no están permitidas en la buena sociedad. Solo trabajando con estas cosas, aprendiendo a controlarlas y la forma de aplicarlas hará que la gente se enfrente a partes de sí mismos que pueden evitar enfrentarse en su día a día.


A veces el estrés del entrenamiento expone pedazos de nosotros mismos que no queremos enfrentar. Quizás estamos demasiado expuestos a estar enojados con otras personas cuando estamos involuntariamente magullados o heridos durante la práctica. Tal vez descubrimos que no somos tan buenos bajo la presión de un ataque constante, continuo y que nos hace entrar en pánico. Puede ser que el descubrimiento de que no podemos llegar a perder, a pesar de perder en randori no es realmente perder. Estos son solo algunos de los problemas que pueden surgir en el dojo.


Trabajando con estas cosas puede hacer del dojo un lugar inconfortable, pero un gran lugar para aprender a no solo pelear e infligir daño, sino también para acercarnos al tipo de personas que somos. Mirarnos a nosotros mismos con claridad casi nunca es cómodo, pero el estar en el dojo exige que nos veamos a nosotros mismos una y otra vez a medida que avanzamos. A lo mejor es simplemente descubrir que no sabemos cosas que pensábamos que entendíamos. Todo ello implica la realización de un descubrimiento de que no somos tan buenos como pensábamos que éramos.


En el dojo, sin embargo, eso está bien. Para eso es el dojo. No puedes ser un buen luchador si no conoces tus debilidades, por lo que un buen dojo te ayuda a lidiar con los problemas y debilidades que encuentras en ti mismo. Un buen dojo es un poco incómodo porque nos proporciona un espejo para mirarnos a nosotros mismos. Un buen dojo es también una maravilla, ya que  da apoyo y la estructura para hacer frente a lo que ves en frente.

Árticulo original «A Good Dojo Isn’t A Comfortable Place»

http://budobum.blogspot.cl/2015/04/a-good-dojo-isnt-comfortable-place.html

Diego Musiet
Aikido Concepción
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